Cordelia Urueta

Ciudad de México, México, 1908-1995

Sin título, 1945

Óleo sobre lienzo
127.5 X 97.5 cm

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Sin título

Cordelia Urueta nació en un entorno familiar en el que la política jugó un lugar preponderante. Gracias al trabajo de su padre Jesús Urueta, un político y orador muy activo, conoció a personajes importantes de la cultura, entre ellos al fundador de las Escuelas de Pintura al Aire Libre, Alfredo Ramos Martínez, quien la incentivó a asistir a clases en el Ex-Convento de Churubusco. A pesar de que sus intereses en cuanto a temáticas y manejo del color no eran satisfactorios para los maestros, Urueta encontró en ello una voluntad indiscutible sobre cómo se quería aproximar al arte. Esta determinación se reafirmó cuando en los cursos de paisaje pintado con acuarela, la artista optaba por realizar retratos de su profesor e inclusive de las señoras que ayudaban en su casa, en lugar de seguir las indicaciones académicas.

Vivió algunos años tanto en París como en Nueva York debido al empleo de su esposo. Su regreso a México le sorprendió porque pudo observar al país con otros ojos: el paisaje, los colores y los rostros atraparon su atención por su singularidad. De ahí que se volvieran tema central de su trabajo durante varios años.

Esta obra pertenece al periodo en el que la artista desarrolla un profundo interés por lo indígena. Su obra con esta temática no se parece a la producida por grandes artistas como Diego Rivera o Manuel Rodríguez Lozano; si acaso se atisba en algún detalle dicha influencia. En su pintura se entrelazan las tendencias vigentes de los años 40 y comienza a asomar su peculiar tratamiento lírico para crear diferentes atmósferas.

Cordelia Urueta manifestaba una fascinación por el movimiento de las mujeres indígenas: las faldas, los rebozos al aire, lo que intentaba mostrar con una resolución notablemente intimista, apegada al afecto que este interés le producía. Posteriormente abandonó esta etapa figurativa y nacionalista y se concentró en nuevos formatos de expresión, en los que el color, el ritmo y las texturas son los elementos más representativos.