Retrato y figura

La representación pictórica de un personaje ha sido un medio para captar historias, ideas e identidades tanto personales como colectivas. El retrato como práctica ha transitado de la creación de una imagen para el consumo privado, a ser una expresión de la realidad a nivel público. A lo largo de su historia ha tenido diversas funciones como género pictórico tradicional: la validación personal, la afirmación de cierto estatus, el registro de la intimidad y la memoria, la representación crítica y dramática de la condición humana o simplemente como recurso para materializar un ideal de belleza.

El retrato ha estado presente en diferentes corrientes estéticas, sensibilidades, conceptos y exploraciones. La selección de obras presenta varios métodos de figuración y composición, desde el retrato con la tradicional postura frontal en un entorno planeado, hasta configuraciones más libres y experimentales. Este conjunto cuenta con ejemplos tanto figurativos como abstractos de las posibilidades que tiene este género, relacionadas con su capacidad de representar a una persona no sólo físicamente, sino también emocional y psicológicamente.
 
Es notable la presencia de pintores mexicanos que desde el retrato generaron transformaciones en la producción artística basada en lo clásico y tradicional propios del siglo XIX. En este núcleo están presentes artistas como Julio Castellanos, Roberto Montenegro y Jesús Guerrero Galván. Este último incluía en su obra rasgos más líricos en torno al mundo indígena. Asimismo, se exhibe la obra de Adolfo Best Maugard, quien trajo a México postulados de la vanguardia europea, y de Alfonso Michel, quien integró el cubismo en la obra expuesta con figuras geométricas y líneas fragmentadas.

En las obras más contemporáneas, el retrato es utilizado también para hablar de otras temáticas y líneas de investigación del artista, entre éstas, la autorrepresentación del cuerpo y los relatos personales, como sucede en la obra de Nahum B. Zenil; el uso de imágenes provenientes de medios como la prensa o el cine, como en el caso de Wilhelm Sasnal, o bien la concepción del retrato como imagen de protesta, como observamos en Shepard Fairey.

Finalmente, se incluyen dos dibujos en este núcleo como recordatorio de que este género, por mucho tiempo, fue una práctica vinculada al acto de pintar como acción preparatoria.

Enrique Guzmán

El grupo de obra de Enrique Guzmán —correspondiente a un periodo icónico de su producción, entre 1971 y 1976— funciona en la exposición como puente entre los núcleos Retrato y Dislocaciones espaciales, ya que el artista funde ambas consideraciones en su práctica pictórica.

La integración de relatos personales con los imaginarios diversos presentes en su obra y la reinterpretación de elementos cotidianos, generan un espacio que funciona como autorretrato y acto de ejercicio artístico privado. Esta condición de autorreferencia a la vez que experimentación plástica es característica también de la obra de Julio Galán. Ambos artistas son notables exponentes del neomexicanismo, periodo de la historia del arte en México en el que, entre otras cosas, confluyeron variaciones en la representación de la identidad y en el manejo del espacio pictórico.

Dislocaciones Espaciales

Este conjunto de obras muestra diferentes criterios en torno a la representación del espacio. El título del núcleo se refiere a los cambios en la estructura interna de la pintura y la disposición espacial dentro de la misma, al tiempo que demuestra el interés por rebasar los límites de la representación del entorno.

Estas búsquedas espaciales están influenciadas por las vanguardias artísticas europeas de la primera mitad del siglo XX, especialmente por el surrealismo en el caso del arte mexicano. Algunas de las estrategias para modificar la representación espacial —además de la creación de escenas irracionales o fantásticas— consisten en sacar de proporción algunos de los elementos de la composición y manejar diferentes planos de profundidad.

Esta tendencia la encontramos por ejemplo en obras de la década de los cuarenta en México, con artistas como Manuel González Serrano o Gabriel Fernández Ledesma.

Escenas y escenarios

Este núcleo trata sobre la cualidad narrativa de la pintura y la construcción de relatos a través de ella. Reúne obras que obedecen al carácter esencial y original de la representación de la realidad, mostrando cómo esta función se ha transformado a lo largo del siglo XX y parte del XXI.

Se presentan obras de algunos artistas mexicanos de la primera mitad del siglo pasado que estuvieron interesados en el contexto rural, pero también en las escenas trágicas acontecidas durante la Revolución Mexicana. Así, junto a las escenas poéticas, como la de Cordelia Urueta, encontramos otras costumbristas y enfocadas en retratar el mundo exterior, como la obra de Alfredo Zalce; mientras que las obras de José Clemente Orozco y de Manuel Rodríguez Lozano nos muestran dos aspectos más dramáticos de la historia mexicana.

Resalta, por un lado, la exploración entre el espacio privado y el público a través de la obra del argentino Guillermo Kuitca, quien pintó en varias ocasiones escenarios teatrales y abstracciones de planos arquitectónicos y mapas; y, por otro lado, la integración del lenguaje pop a las imágenes de Francis Lisa Ruyter, así como la colaboración entre escenas fotografiadas e intervenciones plásticas de John Baldessari.

Algunos de los géneros que pueden asociarse a este núcleo son el de las pinturas alegóricas y el de las históricas, mismas que, por su importancia, solían realizarse en lienzos de gran formato y que han sido cuestionadas por distintos artistas desde finales del siglo XIX.

En esta sección encontramos la obra de dos artistas contemporáneos que han abordado la creación de escenas desde dos perspectivas muy distintas. El mexicano Germán Venegas representa una escena alegórica donde se hace referencia a un momento de crisis, en el que las calamidades —expresadas a través de personajes grotescos— desfilan ante nosotros. Por su parte, la obra del pintor alemán Neo Rauch parece representar un momento histórico, pero en la escena aparecen elementos que la distancian de un hecho real y la acercan a un ámbito que podría asociarse con el surrealismo.

Paisaje

El paisaje es uno de los géneros tradicionales en la pintura que también ha sido abordado desde diferentes perspectivas, por ejemplo, desde la relación con la naturaleza y la representación de ésta, o como descripción de un entorno que hace referencia a una identidad particular.

De manera opuesta a la concepción más habitual del género, este grupo de obra de producción reciente presenta diferentes muestras de síntesis de atmósferas y paisajes, al tiempo que revisa varios métodos de producción.

En cuanto a la producción local, el trabajo de Gunther Gerszo, uno de los pioneros de la abstracción en México, entretejió el interés por el paisaje y el espacio arquitectónico.

La obra de Mario García Torres forma parte de un proyecto más extenso basado en un paisaje específico: el de los campos de agave de Tequila, Jalisco. El trabajo expuesto recupera plantas endémicas de la zona que, al ser sometidas a un proceso de oxidación con polvos metálicos, hacen resurgir la silueta de la planta. A partir de la serie en la que se inscribe esta obra, el artista reconfigura el paisaje de donde proviene el tequila, un producto ya distintivo de la identidad nacional.

El uso de flores y plantas como material de producción está también presente en la obra de Dan Colen. El proceso de elaboración de esta pieza es representativo de las múltiples formas de abordar la pintura en el presente. Uno de sus principios es la creación de imágenes que surgen desde lo aleatorio, en lugar de hacerlo desde la planeación o de pensar que la obra es algo estable y duradero.

El trabajo de Sarah Morris deriva de un lenguaje asociado a la abstracción geométrica. Los paisajes que produce se inspiran en las filmaciones que realiza en diferentes ciudades. Cada pintura, cada abstracción de una ciudad, crea una paleta de color diferente. A través de estas piezas habla de las estructuras de poder y de lo que ella describe como tipologías urbanas, sociales y burocráticas.

La aproximación de otros artistas al paisaje se ve mediada por el uso de imágenes provenientes de la prensa, como sucede con el trabajo de Wilhem Sasnal. Por su parte, el mexicano Moris también parte de imágenes de los medios, en este caso de la prensa amarillista. El artista recorta la parte más violenta de la escena, dejando a la vista sólo el paisaje circundante.

Integración del objeto

En este núcleo se incluyen obras que han recurrido a diferentes estrategias para superar los límites de la bidimensionalidad. Algunas piezas exploran la superposición de objetos a la superficie del lienzo y otras usan elementos cotidianos como soporte, colocando a la pintura dentro del terreno de la construcción material. El objetivo de este módulo es mostrar las diferentes relaciones de los artistas con lo objetual, ya sea como parte de una construcción formal, recurriendo al uso del objeto en la construcción pictórica o modificando el valor de uso de los objetos e integrándolos a lo plástico.

Destaca el trabajo de Tauba Auerbach, ya que en la serie Creases llevó a cabo un proceso tradicional de la pintura que, a partir de la generación de un patrón de repetición y de la composición por medio de elementos mínimos a manera de pixeles, logra efectos amplificados de algo tridimensional en términos visuales.

Además de cuestionar los límites del lienzo o de la obra enmarcada, estas propuestas plantean una nueva posibilidad de percepción del plano pictórico y de la pieza en relación al espacio que ocupa, al tiempo que generan un cambio radical en el lenguaje de la pintura.

Resulta fundamental el trabajo del venezolano Jesús Rafael Soto, artista ligado al arte cinético, un movimiento que, a partir de la integración de diferentes materiales y objetos, buscaba producir dinamismo y movimiento en las piezas por medio del desplazamiento del espectador, provocando así nuevas relaciones entre espacio y tiempo.

Por otro lado, la producción del estadounidense Robert Rauschenberg también difuminó fronteras entre la escultura y la pintura, para abrir paso a la creación de obras que integraran reminiscencias de la vida urbana.

Por último, hay que mencionar el trabajo de Alberto Gironella, quien en el contexto mexicano se caracterizó por crear un lenguaje propio plasmado en sus collages y ensamblajes, para los que utilizó etiquetas de productos, fotografías y objetos tan comunes como las corcholatas, para integrarlos a su proceso plástico.

Monocromía y Lenguaje

El color ha sido una de las herramientas de expresión de la pintura a lo largo de la historia de esta disciplina, pero no es sino hasta el siglo XX que gana su autonomía y se convierte en protagonista. En las obras monocromáticas será el que domine el espacio del lienzo y el elemento que genere todo tipo de reflexiones, ya sea espaciales, psicológicas o incluso espirituales.

Mediante una paleta de colores reducida, Ettore Spalletti analiza temas relacionados con la geometría, la precisión y las propiedades anímicas de los materiales simples. Para crear obras como La luce e il colori, verde dil prati y Bianco del geso, oro, el artista prepara un empaste con óleos que diluye con diversos pigmentos, además de polvo de gis. El color final se obtiene al esparcir los pigmentos a lo largo de la superficie mediante un proceso de abrasión que provoca un aspecto opaco y aterciopelado. Spalletti juega con las formas, los colores y las sombras, generando piezas que están en constante transición.

A finales de la década de 1940, Lucio Fontana se alejó de la tradición pictórica figurativa e ilusionista, en la que a partir de recursos como la perspectiva se lograban efectos de profundidad. En su búsqueda por encontrar el espacio real de la pintura, realizó una serie de obras llamadas Concetto Spaziale (concepto espacial), en las cuales perforó e hizo cortes sobre la tela. Esto condujo al artista a la comprensión de que la pintura ya no trata de una ilusión contenida dentro de los límites de un bastidor, sino de una compleja combinación de forma, color, espacio, gesto y luz. El énfasis en la cualidad material de la pintura lo llevó a utilizar siempre superficies monocromas para sus piezas.

El uso del lenguaje escrito como elemento compositivo en la pintura apareció con las primeras vanguardias artísticas del siglo XX y fue un recurso muy usado por el dadaísmo. Más adelante, dos movimientos tan distintos como el arte pop y las prácticas conceptuales integraron el lenguaje como parte de su vocabulario visual. Artistas como Ed Ruscha, influenciado por estas tendencias y por el mundo de la publicidad, desarrolló una serie de obras en las que el tema se expresa directamente a través de la palabra y no de una imagen.

Recurriendo a las exploraciones del arte conceptual, Ignasi Aballí crea piezas en las que plasma su interés en la relación entre pintura y lenguaje. En Carta de colores (Historia) encontramos una enumeración de autores que, de acuerdo al artista, han sido cruciales para la pintura. El listado condensa temporalidades, geografías, estilos y cambios de modelo, creando un retrato del devenir de esta disciplina.

Como podemos observar en este núcleo, tanto el uso del color como elemento central como el uso del lenguaje, exploran las posibilidades de la pintura más allá de la representación de nuestro entorno.

Pintura y materia

Uno de los temas que aborda este núcleo es la manera en que los artistas han buscado darle otro sentido a la presencia física de las obras. A partir de la experimentación cromática, la integración de materiales, la evidencia de las texturas o la aplicación de objetos sobre la tela, han replanteado el proceso de producción de la pintura.

En cada una de las piezas de este conjunto es evidente la importancia de la cualidad del material. Se percibe una mezcla entre pinceladas voluminosas y notorias, texturas e incluso materiales que funcionan tanto por sus características plásticas como de soporte de la obra; es el caso de la pieza de Richard Long, en la que la madera del soporte es visible y es parte de la composición.

Lilia Carrillo fue pionera en los cambios de la pintura durante la segunda mitad del siglo XX en México, específicamente en cuanto a la relación del lienzo y la materia como campo de manifestación y la visión emocional del acto plástico. Abre este núcleo, pues fue iniciadora del informalismo y utilizó la abstracción matérica y las texturas como recurso expresivo.

En el caso de Vivian Suter, trabaja tanto en su estudio como al exterior. Es frecuente que sus lienzos permanezcan a la intemperie, mientras se secan expuestos a la vegetación densa y al clima de Panajachel en Guatemala, donde ha vivido por más de treinta años. A sus pinturas se adhieren elementos del entorno, convirtiéndose en una fusión artista-naturaleza. La disposición de la obra en el espacio también es importante en su trabajo, pues se aleja de la dependencia que ha tenido la pintura respecto al muro.

Por su parte, Albert Oehlen ha combinado en diferentes etapas de su trabajo la simplicidad de imágenes realizadas en computadora con la compleja factura manual, a fin de que la materialidad lograda sea una vía de narración del proceso y un cuestionamiento sobre cómo cubrir una superficie.

En este núcleo también encontramos trabajos más experimentales, como el de Liat Yossifor y el de Sigmar Polke. Mientras que el de la primera es el resultado de una relación entre la materia, la tela y su propio cuerpo, la obra de Polke —uno de los artistas alemanes más importantes de la segunda mitad del siglo XX— es consecuencia de la experimentación con distintos productos químicos, muchos de ellos utilizados en fotografía.

Finalmente, es importante señalar el video de Santiago Sierra, Pinturas realizadas por un arroja fuegos (2003), el cual plantea un vínculo estrecho entre el arte pictórico y la acción. Las obras resultantes de la maniobra del arroja fuegos demuestran una postura extrema en cuanto a la factura de la pintura, sus materiales y su temática. La denuncia social y el cuestionamiento de las relaciones laborales son característicos de la producción de Sierra y generan a la vez preguntas sobre la naturaleza y función de la pintura misma.