Alberto Gironella

Ciudad de México, México, 1929-1999

Carrete, s/f

Pintura y objectos
82.7 X 82.7 cm

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Carrete

Alberto Gironella declaró en algunas entrevistas sentirse extranjero en su propio país, toda vez que vivió rodeado de referentes españoles. Su formación en la Academia Hispano-Mexicana provocó que su círculo se conformara principalmente por niños exiliados de la Guerra Civil española, mientras que en su casa convivía a menudo con los amigos de su padre catalán, quienes se encargaron de introducirlo al mundo de las artes y las letras.

Estas experiencias formativas desarrollaron en el pintor una especie de nostalgia y anhelo de un país que entendía como propio. De esta manera, en su producción plástica incorporó guiños a Miguel de Cervantes, Diego Velázquez, Francisco de Goya y Luis Buñuel, alejándose de las exploraciones nacionalistas y las tendencias indigenistas de la Escuela Mexicana de Pintura. Junto con otros exponentes de la denominada “Ruptura”, fundó en 1952 la galería Prisse en la Ciudad de México, un espacio donde se buscaba difundir la obra de artistas jóvenes. De acuerdo a José Luis Cuevas, otro de los miembros de Prisse, ésta tenía como objetivo buscar nuevas formas de expresión, así como ir en contra del ambiente artístico oficial.

Además de sus pinturas, en la producción de Gironella destacan los collages y ensamblajes que realizó a lo largo de cincuenta años. En estos últimos mezcló fotografías y objetos de distinta naturaleza, incorporando referencias a la literatura, como la pluma con la que Breton escribió Nadja y figuras de gallos que hacían referencia a  la obra de Cervantes. Estas especies de esculturas reminiscentes a retablos funcionaron como homenaje a personajes como Octavio Paz, Ramón del Valle-Inclán, Diego Velázquez, Luis Buñuel, Salvador Dalí y Friedrich Nietzsche.

En estos Carretes, además de incorporar elementos recurrentes dentro de sus piezas, como las etiquetas de bebidas alcohólicas, de cigarros Tigres y de ungüento 666, incluyó tres versiones de la portada de Bajo el volcán, de Malcolm Lowry. El artista, quien de acuerdo a su hijo era una especie de álter ego de Lowry, también hizo una serie de cajas y un altar dedicado al escritor a través de los que hace referencia a la historia del libro.